26 de enero de 1914
en su lecho de muerte partio para la casa del Padre mientras decia apretando el crucifijo entre sus manos:
'Yo me fío de la Misericordia de Dios'.
'Cristo lavó mis pecados en su sangre...', decía
Brochero y esto es lo que siempre recordaba en su
corazón cuando pensaba en Cristo. Por eso decía a
sus paisanos haciéndoles mirar la cruz de la Capilla de la Casa de Ejercicios: 'En la cruz está nuestra salud y nuestra vida... la fortaleza del corazón, el gozo del espíritu... la esperanza del cielo... ¿Tendremos valor para mirar al Salvador sin conmovernos y sin resolvernos a seguirlo, aunque sea caminando por el medio de la amargura, y aunque sea derramando nuestra sangre gota a gota hasta exhalar el alma?'. (Plática sobre la última Cena de Jesús).
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