El curita mateaba a la orilla del río,las aguas amarronadas reflejaban el bambolear de los viejos sauces,y la sombra del ir y venir,acariciaba la tes curtida por el sol de las Cumbres. Por su mente pasaban infinitos momentos vividos en ese maravilloso lugar…Maravilloso lugar…tibias aguas…¡La pucha! pensaba,cuántos cordobeses no conocen la Villa,¡Seguro que las familias ricas(ricas de dinero,por supuesto) gastan y gastan para recorrer con paso inseguro las empedradas calles de Londres. Así mateaba el cura acompañado por blancas garzas que a vuelo rasante embellecían un paisaje tocado por las manos de Dios. Se puso de pié y caminó lentamente…sus gastados zapatos oscilaban entre las redondeadas piedras. En una Ciudad,donde el materialismo se mezclaba con una devoción casi obligada por la presencia majestuosa de numerosos templos,,las emperifoyadas damas de la alta sociedad ,desayunaban,después de Misa,sabrosos pastelitos y dulces caseros provinientes de la Villa del Tránsito. Brochero se encaminó hacia un lugar más tranquilo,también pasó por su mente la idea de traer gente desde Córdoba,para convertir ese paraíso,con envidiable paisaje,en un lugar donde pudieran descansar y disfrutar quienes quisieran cruzar las altas Cumbres(,toda una aventura!)y pasar un veranéo “distinto” ¡No era mala idea!! Apuró el paso ,¡Ya estaba seguro! Traería él mismo a los visitantes ,Y como en el Pueblo hay gente muy gaucha,tambien tendrían alojamiento. Sentado en su humilde sillón vienés,y con el va y viene de la hamaca,pidió a la Purísima la aprobación a su proyecto:_”¿Sabés Madrecita?,con unos pesitos más,¡Cuanto podríamos hacer! hay mucho changuito con hambre,y los animales están flacos…¡Y la obra que emprendimos,necesito cal y ladrillos,y sobretodas las cosas ,son almas que conquistaría para Vos… La suave luz de la lámpara se desvanecía entre las sombras y el sueño lo venció fundido con sus pensamientos. José gabriel era un Quijote,pero no quedó todo como molinos de viento,Las Familias cordobesas cambiaron Europa por el recien descubierto paraíso que se les proponía…Aventura ,paisajes nunca soñados,alojamiento en moradas ofrecidas con amor y ospitalidad cristiana,manjares serranos y largos anocheceres a la vera de un rio de aguas cálidas,.Honda devoción religiosa y palabras bendecidas por un gigante y humilde sacerdote. Pero hay más ,mucho más llegaron a sumar setecientos los jinetes que guiaban a los visitantes ,y Doña Anastasia Fabre de Merlo construyo la primera casa =albergue en las cercanías ,llegando a ser la fundadora espiritual de Mina Clavero. Los ejercicios Espirituales Ignacianos se vieron repletos de fieles,y la fé se expandió en el mundo materialista que conocía por fin un lugar donde todo se conjugaba El Cura Gaucho,Puntal del turismo en Traslasierra.Luchador incansable inspirado por Dios Las luces del amanecer jugaban a la escondida entre los bisillos,Gabriel se levantó pesadamente,empezaba otro día,otro día de los dias que vendrían.¡Si hubiera podido estar en el ahora!Si hubiera podido…. Está ,Yo aseguro que ¡Está!
Escrito por mi mama! Lucy Leoni
VENERABLE JOSE GABRIEL DEL ROSARIO BROCHERO
miércoles, 29 de septiembre de 2010
viernes, 16 de julio de 2010
MAS SOBRE EL CURITA BROCHERO!
Al finalizar el Año Sacerdotal proclamado por Benedicto XVI para toda la Iglesia Universal y en ocasión del Bicentenario de Argentina, queremos recordar la figura de un popular cura criollo cuya causa de beatificación se está llevando a cabo en Roma.
Ordenado sacerdote el 4 de noviembre de 1866, José Gabriel Brochero se dedicó al ministerio sacerdotal en su ciudad de Córdoba (Argentina) por tres años, como ayudante en la catedral. Al cabo de tres años fue designado como cura de la extensa zona oeste de la provincia, detrás de la cadena montañosa de los Comechingones. A fines de 1869 cruza la Sierra Grande, tres días de mula, para hacerse cargo de una parroquia que iba de Soto a Villa Dolores. Se trataba de una zona de más de 4.000 kilómetros cuadrados, sin caminos y salvaje, con unos diez mil habitantes desparramados en villorrios de casas de paja y barro. Brochero, montado sobre un mulo o una mula con la sotana atada a la cintura, las espuelas sobre botines gruesos, el poncho, un sombrero negro de ala ancha, cruzaba arroyos y quebradas para ir a visitar a la gente. Llevaba en sus alforjas algo de comida, lo necesario para la Misa, el breviario y el rosario y también chala para sus cigarros, sin olvidar un cuchillo en la cintura por si se encontraba con algún animal salvaje. Escribirá más tarde: “Aunque no sea capaz de expresarme en forma elegante, puedo decir que conozco palmo a palmo y mejor que cualquier literato todas las sierras de Córdoba”. Solía decir que había llegado hasta donde “sólo Satanás solía andar”. No hacía turismo el cura Brochero cuando en el crudo invierno con las sierras nevadas, se movilizaba como misionero en ese inmenso territorio del oeste cordobés, hasta llegar a los llanos riojanos y al Tucumán, en su ansia evangelizadora. Relata gente de la época que la mula le había sacado callos sangrantes en las nalgas. Caía bien en la gente de la sierra por su lenguaje de paisano, por sentarse a tomar mate con ellos, por su fe a toda prueba; además, como a buen criollo, no le faltaba picardía, jugaba al truco y era bastante mal hablado.
En Traslasierra el cura, que tenía treinta años, se dedicó a la reconstrucción de iglesias y capillas abandonadas con la ayuda de los vecinos y trabajando él mismo como albañil. Enamorado de los Ejercicios Espirituales de los jesuitas en Córdoba, que él mismo había frecuentado, cruzando las Altas Cumbres (más de 2.000 metros) empezó a llevar a Córdoba, con caravanas de mulos y caballos, en verano y en pleno invierno, tandas de hombres y mujeres para ocho días de encierro, silencio y oración; y esto a lo largo de cinco años. Al volver, eran recibidos por todo el pueblo de Villa del Tránsito con arcos de triunfo y asado con cuero.
En 1874, habiendo crecido el número y el entusiasmo de los que habían “tomado Ejercicios”, Brochero decide construir allí mismo donde vive, en Villa del Tránsito (ahora Villa Cura Brochero), una Casa de Ejercicios; pone la piedra fundamental el 15 de agosto de 1875. La obra, gracias a cuadrillas de obreros voluntarios, se inauguró en dos años. En la primera tanda de varones concurrieron, en agosto de 1877, setecientos hombres y la organización estuvo a cargo de los jesuitas de Córdoba. No faltaron quienes andaban armados de cuchillo o llegaban borrachos y el cura los aguantaba en una pieza hasta que amanecieran frescos. A la puerta de cada sala los braseros mantenían las pavas de agua calientes para el mate. Los voluntarios cocinaban el locro o el guiso en grandes ollas de hierro. Abundaban las donaciones de alimentos, leña, forraje... Todo terminaba con la procesión a la Virgen Purísima y una gran fiesta paisana. El cura Brochero creía firmemente que los Ejercicios Espirituales de San Ignacio eran el mejor instrumento para renovar a fondo la fe cristiana. Era el “puchero espiritual”, la “carbonada” que, según él, necesitaba su gente, a la que invitaba a “arreglar las cuentas” con Dios. Supo reunir hasta 900 personas en una tanda, con la colaboración de todo el pueblo. La gente se confesaba a fin deaño como de un pecado grave, por no haber acudido a los Ejercicios. A la muerte de Brochero, se calcula que ya habían pasado por la Casa de Ejercicios unas setenta mil personas.
La obra siguiente fue el colegio de niñas, para el cual trajo de Córdoba a las hnas. Esclavas del Corazón de Jesús, recibidas triunfalmente por el pueblo de Villa del Tránsito. A fin de facilitarle la venida de Córdoba a la Madre Provincial para visitar a sus hermanas, hizo arreglar el camino desde Cruz del Eje y así evitar que tuviera que subir a las Altas Cumbres. El cura la fue a buscar y la acompañó de vuelta. En 1898 es nombrado canónigo de la catedral de Córdoba y por cuatro años se traslada a la ciudad, pero siempre presionando a los poderes públicos en favor de los pobladores de la sierras. “Este apero no es para mi lomo”, dijo al entregar la vestimenta de canónigo y marcharse otra vez en 1902 a Villa del Tránsito, reclamado por todo el pueblo. Quería ser “un simple soldado, hasta morir en las peleas de Jesucristo”. Además de la obra específicamente apostólica, frente a la pobreza y al aislamiento de su gente Brochero organizó a los pobladores de la sierra construyendo con los vecinos el Camino de las Altas Cumbres, que al cabo de 200 kilómetros unió Villa del Tránsito con Córdoba. Construyó además 66 caminos vecinales, escuelas, embalses, acequias, un acueducto, un molino harinero; bregó para que se extendiera el ramal ferroviario desde Villa Mercedes hasta Cruz del Eje gritando sus verdades a las autoridades. Dijo en alguna oportunidad: “Estos trapos benditos que llevo encima no son los que me hacen sacerdote: si no llevo en mi pecho la caridad, ni a cristiano llego”.
Esos casi cuarenta años de intenso trabajo en Traslasierra lo debilitaron y en sus frecuentes visitas a los enfermos, tomando mate con ellos, contrajo la lepra. En 1907 se retiró primero a Santa Rosa de Río Primero en la casa de una hermana y después otra vez en Villa del Tránsito hasta su muerte en la casa de otra hermana. Fueron los años más difíciles de su vida. Aceptó el aislamiento debido a la lepra, con gran dolor pero con serenidad. Ya los feligreses no se atrevían a comulgar de sus manos y todos le disparaban. La lepra en sus últimos tres años lo dejó ciego y sordo. Seguía rezando la misa votiva todos los días en su casa, de memoria, siempre en honor de la Virgen. Su amor a la Purísima lo llevaba, según sus palabras, a “desgranar rosarios” permanentemente. En su carta del 28 de octubre de 1913 al obispo de Santiago del Estero describe así su situación: “Apenas entreveo la luz del día y no puedo verme ni mis manos. Estoy casi sin tacto, así que otra persona me tiene que vestir o prenderme la ropa. Para partir la hostia consagrada alguien tiene que indicarme si he tomado la hostia bien y es una cruz hincarme y levantarme. Pero es un grandísimo favor que me ha hecho Dios a mí, el enérgico y el brioso. Ahora Dios me da la ocupación de buscar mi último fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin de los tiempos”. A los tres meses el cura Brochero fallecía (26-1-1914).
Murió pobre como el más pobre de los paisanos; y sin embargo decía: “Yo me he considerado siempre muy rico, porque la verdadera riqueza consiste en no tener muchas necesidades y yo tengo muy pocas; Dios me las satisface todas, él personalmente o por medio de otras personas”. Murió a los 71 años, apretando el crucifijo y el rosario entre sus manos y diciendo: “Ya tengo los aparejos listos para el viaje. Me fío de la misericordia de Dios”. Ahora la Casa de Ejercicios es monumento histórico nacional y la ciudad está dedicada a Brochero. En 1941 salió el célebre film: “El cura gaucho” protagonizado por Enrique Muiño. La Iglesia Católica lo declaró “Siervo de Dios” y “Venerable”, mientras se está promoviendo en Roma la causa de su beatificación. Después de 134 años su Casa de Ejercicios de Traslasierra sigue funcionando para hombres y mujeres que provienen de todas partes. Algún día había dicho: “He podido pispear que viviré siempre en el corazón de mi gente”.
Primo Corbelli
domingo, 11 de julio de 2010
El cura Brochero está a un paso de que el Papa lo declare beato
11 de Julio de 2010
La Argentina podría tener en breve un nuevo beato: el sacerdote cordobés José Gabriel Brochero, el cura gaucho que evangelizó a los descendientes de comechingones en Traslasierra, Córdoba. El único santo argentino es Héctor Valdivieso. Ceferino Namuncurá ya es beato.
El Vaticano tiene muy avanzada la causa para beatificar al cura adorado por miles de cordobeses.
Su postulación debe afrontar un tribunal formado por expertos.
Funcionarios del Vaticano revelaron que José Gabriel Brochero, el cura gaucho cordobés que predicó hace casi cien años entre los pobres de Traslasierra, sería beatificado por la Iglesia, que estaría a punto de aprobar un milagro se le atribuye.
Luego, con otro milagro más, Cura Brocero podría convertirse en el segundo santo argentino después de San Héctor Valdivielso Sáez, nacido en Boedo y fusilado por los republicanos durante la Guerra Civil Española.
Más popular que su predecesor, Cura Brochero, cuenta con miles de devotos en toda la Argentina y en la pequeña villa rodeada de las Altas Cumbres que lleva su nombre.
Mientras que en los despachos de los cardenales en Roma se acumulan miles de fojas con la pintoresca vida del padre, en la localidad de Villa Cura Brochero, a unos 150 kilómetros de Córdoba capital, un equipo de eruditos y médicos laicos investigan un milagro que consagraría definitivamente al cordobés como nuevo beato de la Iglesia argentina.
“La causa de Cura Brochero va viento en popa y tiene muchas probabilidades de salir adelante. El milagro que se le atribuye estaría por aprobarse para su beatificación. Luego, si se determina que realizó otro milagro más, sería canonizado, es decir nombrado santo.
El Vaticano certificó que es Venerable, ya que tuvo una vida católica ejemplar de acuerdo a investigaciones históricas que elevaron los peritos”, afirmó un funcionario de la Santa Sede que estuvo de visita en Buenos Aires para ultimar los detalles de la presentación que el clero local elevaría al Vaticano.
En octubre, cinco cardenales, cuyos nombres se mantienen en estricta reserva, se reunirán en Roma y examinarán el contenido del expediente llevado por el propulsor de la causa, monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje, Córdoba.Algunos de los más populares, además de Brochero, son Ceferino Namuncurá, un mapuche que estudió con los salesianos, y Tránsito Cabanillas, la cordobesa conocida como la Santa de la Canastita.
En esa instancia el Papa Benedicto XVI lo nombraría beato, con lo cual Argentina tendría un total de siete beatos en lista de espera para ser santificados.
“Los neurólogos investigan un hecho ocurrido con un niño de un mes que sufrió un accidente muy grave, pero que se salvó milagrosamente después de que sus padres le rezaron a Cura Brochero”, reveló monseñor Olivera, quien además es delegado de los Obispos para la Causa de los Santos, institución de la Iglesia dedicada a investigar la vida de los candidatos a santo.
Brochero, quien nació en 1840 y murió en 1914, ciego, sordo y en la miseria total, es recordado hoy por miles de devotos cordobeses en las tradicionales “cabalgatas brocherianas” que conmemoran los viajes en mula que realizaba el cura gaucho para evangelizar a los humildes descendientes de los indios comechingones.
Según los peritos históricos, Brochero atravesaba con su clásico poncho las Altas Cumbres en medio de tormentas de viento y nieve para predicar, curar enfermos de cólera, construir caminos, iglesias, casas de ejercicios espirituales, escuelas y proyectar el actual ferrocarril.
Un antiguo monumento a la entrada del pueblo lo muestra con el brazo extendido a lo alto, imponiendo una cruz a todos quienes ingresan por la ruta desde la vecina localidad turística de Mina Clavero.
“Toda la zona de Traslasierra es muy postergada. No había caminos, medios de comunicación, escuelas. Cura Brochero tuvo una importantísima labor para el desarrollo del lugar, que se extendió hasta La Rioja”, afirmó Liliana de Denaro, perito a cargo de las investigaciones aprobadas por el Vaticano en 2004, que consagraron al cura como Venerable, es decir, de vida ejemplar.
Por otro lado, fuentes de la Santa Sede revelaron que a pesar de que la causa llegó a Roma hace varios años, en parte se vio demorada debido a ciertos aspectos “esencialmente mundanos” de la vida del cura.
Pero hay antecedentes en ese sentido: el más resonante es el del filósofo San Agustín, uno de los llamados Padres de la Iglesia.
“Brochero era muy mal hablado y fumaba muchísimos cigarrillos de tabaco en chala. Esto hubo que explicarlo en Roma”, admitió Olivera.
“Usaba palabras como ‘joder’ y ‘caracho’ (carajo) para acercarse por medio del lenguaje a la gente a pesar de haber sido un hombre culto, egresado de la Universidad de Córdoba y amigo del ex presidente Juárez Celman”, explicó De Denaro.
La singular vida del sacerdote fue llevada al cine en los 40 con la película de Lucas Demare El cura gaucho, protagonizada por el actor Enrique Muiño.
De ser canonizado, sería la segunda figura del santoral argentino luego de su poco conocido antecesor San Héctor (1910-1934), cuyo milagro fue impedir la muerte de una joven de Nicaragua afectada con un tumor.
Héctor Valdivieso fue santificado en 1999 y nombrado Mártir de Turón ya que junto a sus compañeros había sido fusilado por los republicanos en ese lugar de España.
viernes, 25 de junio de 2010
Arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Castagna: reflexion sobre el Curita Brochero
Reflexión de monseñor Castagna: Venerable José Gabriel Brochero
TOMADO DE: http://www.arzcorrientes.com.ar/vernoticia.php?id_new=951
El Arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, nos regala en el marco del Año Sacerdotal que se está desarrollando una reflexión sobre el Venerable José Gabriel Brochero, conocido como el cura Brochero.
¿Quién es Brochero? Es difícil decir algo sobre lo mucho que expresa la vida de un hombre como Brochero. Me pregunto por qué este sacerdote ejemplar ha sido sometido a prejuicios inexplicables y minimizada su gravitación pastoral y social. Las razones que habitualmente se exponen no logran justificar el cerco histórico que le han impuesto. Algo parecido ha ocurrido con el proceso canónico del hoy Beato Ceferino Namuncurá. El camino a la Beatificación del Padre Brochero está hoy despejado y espera ser recorrido con mayor celeridad. El gran empujón proviene de un movimiento sacerdotal que no deja de organizar encuentros al amparo de su original imagen de incansable surcador de caminos. Detrás de ese cascarón de hombre campechano, montado en su “mala cara”, está lo que interesa a nuestros sacerdotes, mayores y jóvenes, en el intento contemporáneo de llegar a los corazones de los hombres hambrientos de Dios. ¿Quién es Brochero? ¿De dónde saca la pasión apostólica que lo domina? Para comprenderlo es preciso remontar el vuelo hacia los Apóstoles y entender el fervor evangelizador que aparece en ellos. El Padre Brochero es un apóstol, de la estirpe de aquellos, formados diligentemente por Jesús en la intimidad de su Colegio. Se corre el riesgo de sindicarlo entre quienes se dedican a resolver los graves problemas de los más pobres y excluidos. También lo logra, de manera eminente, pero la motivación principal de su generosa entrega es el amor a Cristo. No es el cura agauchado, de armas tomar, más movilizador social que siervo paciente. Es capaz de jugarlo todo al ideal misterioso que el Evangelio le propone. Para él, el Evangelio es Cristo, y se interna con valiente y tierna devoción en su constante y principal contemplación.
Testigo humilde y fiel de Jesús. Cuando llega el fin de su vida, ciego y solitario, se sacia con breves frases evangélicas leídas por una humilde y piadosa religiosa. El final es la rúbrica de una existencia de fidelidad a la Eucaristía y al servicio humilde de sus feligreses. No deja de pensar en las necesidades de la gente, hambrienta de la gracia que él dispensa incansablemente en el ejercicio de su ministerio sagrado. Para ello se hace cargo de sus necesidades y, abriendo nuevos caminos a través de las altas sierras, conduce a su rebaño a la ciudad de Córdoba, donde, mediante el método de los Ejercicios ignacianos produce un movimiento evangelizador que transforma a los fieles más difíciles de su vasta parroquia. No es un fenómeno hecho cura, popular y líder, en una población que busca ampararse en él como el niño al prestigio de su padre. Es un apóstol, testigo humilde y fiel de Jesús; no tiene otro propósito que cumplir la misión recibida, como su Maestro cumplió la encomendada por su Padre. Quiere ser el servidor de todos, muy lejos de servirse de ellos, y, con su estilo y temperamento peculiares, terminar calladamente su vida en el silencio agónico de su aisladora enfermedad.
El gran secreto es la santidad. Siempre hay un secreto que explica lo inexplicable de una vida heroica y socialmente incomprendida como la suya. Me refiero a la santidad. El sacerdote Brochero aprende, sorteando dificultades, a no desaprovechar las oportunidades que le brindan las diversas etapas del Seminario. Avanza sin estridencias hacia la grave responsabilidad de un ministerio sólo comprensible por la fe y vivido en el amor. Su temperamento generoso no autoriza otro movimiento espiritual sino el que acaba en el don total y silencioso de su vida. Alimenta su espiritualidad bajo la conducción de sus formadores y responde, atravesando las vacilaciones propias de una juventud normal, hasta decidirse definitivamente por el Reino. Las vísperas de su Ordenación constituyen un verdadero Getsemaní. Aprende de su Maestro a conformarse con la voluntad del Padre. Aquel “fiat” es para siempre y ya no vuelve su mirada atrás. Su vida sacerdotal es el crecimiento, hasta la heroicidad, de aquel consentimiento inicial. Sin elucubraciones piadosas amaneradas se mantiene fiel a lo aprendido: amor a la Eucaristía y a la Virgen, rezo piadoso del Breviario y atención a la salud espiritual de su pueblo. Todo lo hace como naturalmente. No se le ocurre proponerse como modelo a nadie, hace lo que debe, interiormente animado por el amor a Cristo y a su gente. Brochero es un amigo de Dios que, por serlo, no puede dejar de ser amigo de los hombres. Su modelo es Jesús, que desborda su amor al Padre en su amor a los más desamados, hasta la Cruz. El Evangelio que medita y predica es la fuente innegable de la dignidad de sus feligreses, humildes serranos, que él defiende contra viento y marea. Su fidelidad a Cristo se traduce en fidelidad a la Iglesia. Su celo pastoral no tiene fronteras, por ello se atreve a todo y reduce a nada las dificultades que se interponen en su proyecto misionero.
Su método evangelizador. Confía en el poder de la gracia y echa mano a medios ya consagrados por la Iglesia. El que atrae su particular empeño es el método ignaciano de los Ejercicios Espirituales. Los populariza de tal modo que su feligresía se acostumbra a confesarse de no haber acudido a ellos al expirar cada año. Él mismo se pone al frente y realiza esfuerzos heroicos para superar los obstáculos que impiden su cumplimiento. Me refiero a las largas travesías por las altas sierras, el cuidado del ganado familiar y tantos otros detalles, presentes en una ausencia prolongada, que miran las casas y tareas de campo de aquella humilde gente. El Padre Brochero, por temperamento y, principalmente, por convicción, no rehúye el desafío proveniente de las personas y lleva adelante su propósito de cambiarlas, sea cual fuere el estado moral en que se encuentren. Su trayectoria de Pastor está colmada de anécdotas, algunas de original colorido. Es verdad que abre senderos en la dura piedra serrana; esa tarea ímproba no responde al intento demagógico de acumular poder, su intención es abrirse paso en los corazones de todos para depositar la gracia del Evangelio y de los sacramentos. De otra manera no se entienden sus pintorescas predicas y su extremo empeño por acercar la Eucaristía a sus distantes comunidades y la santa Unción a los enfermos.
El leproso heroico. Los hombres revelan su auténtica calidad cuando sobreviene la ancianidad, la enfermedad, la soledad y la muerte. Brochero entra en esa misteriosa y apasionante etapa final sin dejar de comportarse como lo había hecho siempre. Se enferma de lepra, la recibe como contagio de otro leproso a quien recupera del pecado. Transcribo el relato de una testigo de su tiempo: “En la salida del Tránsito a Pocho vivía un leproso. Era este de tan mala condición y hablar que nadie se arrimaba por no oírle los insultos y blasfemias. Brochero, con todo, no temía visitarlo. Le llevaba ropas y alimentos y hasta se supo que tomaba mate con él. Le disuadíamos, más Brochero respondía con gracia: “Pero, por favor; si allí hay un alma”. Al fin, lo confesó y le llevó la Santa Comunión. Murió el leproso en sus brazos, resignado como un santo”. (“Pregonero del Amor” – Del Forno pág.102) El Padre Brochero acepta con humildad el aislamiento al que lo reduce la temible enfermedad. Se preocupa de disponer de lo necesario para celebrar diariamente la Santa Misa en su pobre pieza de enfermo. Se lo ve en silencio, sereno, “desgranando rosarios”. Allí está el secreto de su vigor apostólico y de la santidad sacerdotal que lo identifica. Ciego, ya no ve sino desde el corazón, pero, se abre camino, como lo hacía en las altas sierras, entre las tinieblas de la tierra, en busca de la Luz que supo y sabe dispensar, incansablemente, a sus feligreses y amigos.
Brochero santo. No dudo que Brochero llegará a ser venerado como santo. El santo constituye la obra exclusiva de Dios. Para ello es preciso que su libertad active un consentimiento personal, del todo necesario, para que la obra de santidad se cumpla. Brochero aprende a dejarlo hacer a Dios. Su santidad sacerdotal es silenciosa, como la brisa en la que Dios se hace presente, pasando a veces desapercibida o disimulada. La identificación del venerable sacerdote con su pueblo y su cultura, que aún atrae ciertas miradas de incomprensión y sospecha, sabe ocultar, “a los perfectos de este mundo”, la verdadera identidad del Brochero santo. Finalmente lo que es desde el momento de su tránsito al cielo se revela por el reconocimiento y dictamen de la Iglesia peregrina. Han pasado muchos años desde su muerte (1914) y aún no se llega al término deseado. El pueblo capta su virtud heroica, la Iglesia la reconoce y los sacerdotes de todas las edades la constituyen en modelo para sus vidas. A medida que se avanza en el conocimiento de su temple de hombre de Dios, la sorpresa y la veneración brotan espontáneamente. La santidad que se observa en él es consecuencia de un proceso oculto en el que actúa principalmente la gracia. Brochero descubre, desde su corazón humilde y silencioso, que es simple y doloroso abrir el alma a la acción del Espíritu. Su vida no es fácil; sabe ser pobre con su Señor y, desde esa pobreza, “hacer la voluntad del Padre”.
Como lo quiere Dios y el pueblo lo necesita. No nació santo, ni le fue fácil la santidad. Acabo de leer una afirmación suya sobre el sacerdote que me ha conmovido: “el sacerdote que no tiene mucha lástima de los pecadores, es medio sacerdote - y no tanto- estos trapos benditos que llevo encima no son los que me hacen sacerdote: si no llevo en mi pecho la caridad, ni a cristiano llego”. (Referido por el P. L.Castellani) Los testigos de su vida afirman que Brochero podría haber desempeñado, por su talento y cultura, una función destacada en el clero cordobés. Se decide por un heroico anonadamiento y se hace serrano con su humilde feligresía: adopta su lenguaje, sus imágenes ingenuas, su estilo pobre de vida. Aprende de Dios que, en su Hijo divino, se hace Hombre por amor. Se goza al referir todos los gestos de su ministerio al comportamiento ejemplar de su Maestro. ¡Qué clara su enseñanza al señalar que el sacerdote debe seguir a Jesús en el “anonadamiento” o desacredita la imagen sacerdotal! Mi breve reflexión sobre la personalidad del Cura Brochero es una invitación tímida a conocerlo en su intimidad de hombre santo, de sacerdote como Dios lo quiere y el pueblo lo necesita.
jueves, 24 de junio de 2010
miércoles, 23 de junio de 2010
YO ME FIO EN LA MISERICORDIA DE DIOS!
26 de enero de 1914
en su lecho de muerte partio para la casa del Padre mientras decia apretando el crucifijo entre sus manos:
'Yo me fío de la Misericordia de Dios'.
'Cristo lavó mis pecados en su sangre...', decía
Brochero y esto es lo que siempre recordaba en su
corazón cuando pensaba en Cristo. Por eso decía a
sus paisanos haciéndoles mirar la cruz de la Capilla de la Casa de Ejercicios: 'En la cruz está nuestra salud y nuestra vida... la fortaleza del corazón, el gozo del espíritu... la esperanza del cielo... ¿Tendremos valor para mirar al Salvador sin conmovernos y sin resolvernos a seguirlo, aunque sea caminando por el medio de la amargura, y aunque sea derramando nuestra sangre gota a gota hasta exhalar el alma?'. (Plática sobre la última Cena de Jesús).
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