viernes, 16 de julio de 2010

MAS SOBRE EL CURITA BROCHERO!


Al finalizar el Año Sacerdotal proclamado por Benedicto XVI para toda la Iglesia Universal y en ocasión del Bicentenario de Argentina, queremos recordar la figura de un popular cura criollo cuya causa de beatificación se está llevando a cabo en Roma.

Ordenado sacerdote el 4 de noviembre de 1866, José Gabriel Brochero se dedicó al ministerio sacerdotal en su ciudad de Córdoba (Argentina) por tres años, como ayudante en la catedral. Al cabo de tres años fue designado como cura de la extensa zona oeste de la provincia, detrás de la cadena montañosa de los Comechingones. A fines de 1869 cruza la Sierra Grande, tres días de mula, para hacerse cargo de una parroquia que iba de Soto a Villa Dolores. Se trataba de una zona de más de 4.000 kilómetros cuadrados, sin caminos y salvaje, con unos diez mil habitantes desparramados en villorrios de casas de paja y barro. Brochero, montado sobre un mulo o una mula con la sotana atada a la cintura, las espuelas sobre botines gruesos, el poncho, un sombrero negro de ala ancha, cruzaba arroyos y quebradas para ir a visitar a la gente. Llevaba en sus alforjas algo de comida, lo necesario para la Misa, el breviario y el rosario y también chala para sus cigarros, sin olvidar un cuchillo en la cintura por si se encontraba con algún animal salvaje. Escribirá más tarde: “Aunque no sea capaz de expresarme en forma elegante, puedo decir que conozco palmo a palmo y mejor que cualquier literato todas las sierras de Córdoba”. Solía decir que había llegado hasta donde “sólo Satanás solía andar”. No hacía turismo el cura Brochero cuando en el crudo invierno con las sierras nevadas, se movilizaba como misionero en ese inmenso territorio del oeste cordobés, hasta llegar a los llanos riojanos y al Tucumán, en su ansia evangelizadora. Relata gente de la época que la mula le había sacado callos sangrantes en las nalgas. Caía bien en la gente de la sierra por su lenguaje de paisano, por sentarse a tomar mate con ellos, por su fe a toda prueba; además, como a buen criollo, no le faltaba picardía, jugaba al truco y era bastante mal hablado.

En Traslasierra el cura, que tenía treinta años, se dedicó a la reconstrucción de iglesias y capillas abandonadas con la ayuda de los vecinos y trabajando él mismo como albañil. Enamorado de los Ejercicios Espirituales de los jesuitas en Córdoba, que él mismo había frecuentado, cruzando las Altas Cumbres (más de 2.000 metros) empezó a llevar a Córdoba, con caravanas de mulos y caballos, en verano y en pleno invierno, tandas de hombres y mujeres para ocho días de encierro, silencio y oración; y esto a lo largo de cinco años. Al volver, eran recibidos por todo el pueblo de Villa del Tránsito con arcos de triunfo y asado con cuero.

En 1874, habiendo crecido el número y el entusiasmo de los que habían “tomado Ejercicios”, Brochero decide construir allí mismo donde vive, en Villa del Tránsito (ahora Villa Cura Brochero), una Casa de Ejercicios; pone la piedra fundamental el 15 de agosto de 1875. La obra, gracias a cuadrillas de obreros voluntarios, se inauguró en dos años. En la primera tanda de varones concurrieron, en agosto de 1877, setecientos hombres y la organización estuvo a cargo de los jesuitas de Córdoba. No faltaron quienes andaban armados de cuchillo o llegaban borrachos y el cura los aguantaba en una pieza hasta que amanecieran frescos. A la puerta de cada sala los braseros mantenían las pavas de agua calientes para el mate. Los voluntarios cocinaban el locro o el guiso en grandes ollas de hierro. Abundaban las donaciones de alimentos, leña, forraje... Todo terminaba con la procesión a la Virgen Purísima y una gran fiesta paisana. El cura Brochero creía firmemente que los Ejercicios Espirituales de San Ignacio eran el mejor instrumento para renovar a fondo la fe cristiana. Era el “puchero espiritual”, la “carbonada” que, según él, necesitaba su gente, a la que invitaba a “arreglar las cuentas” con Dios. Supo reunir hasta 900 personas en una tanda, con la colaboración de todo el pueblo. La gente se confesaba a fin deaño como de un pecado grave, por no haber acudido a los Ejercicios. A la muerte de Brochero, se calcula que ya habían pasado por la Casa de Ejercicios unas setenta mil personas.

La obra siguiente fue el colegio de niñas, para el cual trajo de Córdoba a las hnas. Esclavas del Corazón de Jesús, recibidas triunfalmente por el pueblo de Villa del Tránsito. A fin de facilitarle la venida de Córdoba a la Madre Provincial para visitar a sus hermanas, hizo arreglar el camino desde Cruz del Eje y así evitar que tuviera que subir a las Altas Cumbres. El cura la fue a buscar y la acompañó de vuelta. En 1898 es nombrado canónigo de la catedral de Córdoba y por cuatro años se traslada a la ciudad, pero siempre presionando a los poderes públicos en favor de los pobladores de la sierras. “Este apero no es para mi lomo”, dijo al entregar la vestimenta de canónigo y marcharse otra vez en 1902 a Villa del Tránsito, reclamado por todo el pueblo. Quería ser “un simple soldado, hasta morir en las peleas de Jesucristo”. Además de la obra específicamente apostólica, frente a la pobreza y al aislamiento de su gente Brochero organizó a los pobladores de la sierra construyendo con los vecinos el Camino de las Altas Cumbres, que al cabo de 200 kilómetros unió Villa del Tránsito con Córdoba. Construyó además 66 caminos vecinales, escuelas, embalses, acequias, un acueducto, un molino harinero; bregó para que se extendiera el ramal ferroviario desde Villa Mercedes hasta Cruz del Eje gritando sus verdades a las autoridades. Dijo en alguna oportunidad: “Estos trapos benditos que llevo encima no son los que me hacen sacerdote: si no llevo en mi pecho la caridad, ni a cristiano llego”.

Esos casi cuarenta años de intenso trabajo en Traslasierra lo debilitaron y en sus frecuentes visitas a los enfermos, tomando mate con ellos, contrajo la lepra. En 1907 se retiró primero a Santa Rosa de Río Primero en la casa de una hermana y después otra vez en Villa del Tránsito hasta su muerte en la casa de otra hermana. Fueron los años más difíciles de su vida. Aceptó el aislamiento debido a la lepra, con gran dolor pero con serenidad. Ya los feligreses no se atrevían a comulgar de sus manos y todos le disparaban. La lepra en sus últimos tres años lo dejó ciego y sordo. Seguía rezando la misa votiva todos los días en su casa, de memoria, siempre en honor de la Virgen. Su amor a la Purísima lo llevaba, según sus palabras, a “desgranar rosarios” permanentemente. En su carta del 28 de octubre de 1913 al obispo de Santiago del Estero describe así su situación: “Apenas entreveo la luz del día y no puedo verme ni mis manos. Estoy casi sin tacto, así que otra persona me tiene que vestir o prenderme la ropa. Para partir la hostia consagrada alguien tiene que indicarme si he tomado la hostia bien y es una cruz hincarme y levantarme. Pero es un grandísimo favor que me ha hecho Dios a mí, el enérgico y el brioso. Ahora Dios me da la ocupación de buscar mi último fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin de los tiempos”. A los tres meses el cura Brochero fallecía (26-1-1914).

Murió pobre como el más pobre de los paisanos; y sin embargo decía: “Yo me he considerado siempre muy rico, porque la verdadera riqueza consiste en no tener muchas necesidades y yo tengo muy pocas; Dios me las satisface todas, él personalmente o por medio de otras personas”. Murió a los 71 años, apretando el crucifijo y el rosario entre sus manos y diciendo: “Ya tengo los aparejos listos para el viaje. Me fío de la misericordia de Dios”. Ahora la Casa de Ejercicios es monumento histórico nacional y la ciudad está dedicada a Brochero. En 1941 salió el célebre film: “El cura gaucho” protagonizado por Enrique Muiño. La Iglesia Católica lo declaró “Siervo de Dios” y “Venerable”, mientras se está promoviendo en Roma la causa de su beatificación. Después de 134 años su Casa de Ejercicios de Traslasierra sigue funcionando para hombres y mujeres que provienen de todas partes. Algún día había dicho: “He podido pispear que viviré siempre en el corazón de mi gente”.

Primo Corbelli

domingo, 11 de julio de 2010

El cura Brochero está a un paso de que el Papa lo declare beato


11 de Julio de 2010
La Argentina podría tener en breve un nuevo beato: el sacerdote cordobés José Gabriel Brochero, el cura gaucho que evangelizó a los descendientes de comechingones en Traslasierra, Córdoba. El único santo argentino es Héctor Valdivieso. Ceferino Namuncurá ya es beato.

El Vaticano tiene muy avanzada la causa para beatificar al cura adorado por miles de cordobeses.
Su postulación debe afrontar un tribunal formado por expertos.

Funcionarios del Vaticano revelaron que José Gabriel Brochero, el cura gaucho cordobés que predicó hace casi cien años entre los pobres de Traslasierra, sería beatificado por la Iglesia, que estaría a punto de aprobar un milagro se le atribuye.
Luego, con otro milagro más, Cura Brocero podría convertirse en el segundo santo argentino después de San Héctor Valdivielso Sáez, nacido en Boedo y fusilado por los republicanos durante la Guerra Civil Española.
Más popular que su predecesor, Cura Brochero, cuenta con miles de devotos en toda la Argentina y en la pequeña villa rodeada de las Altas Cumbres que lleva su nombre.
Mientras que en los despachos de los cardenales en Roma se acumulan miles de fojas con la pintoresca vida del padre, en la localidad de Villa Cura Brochero, a unos 150 kilómetros de Córdoba capital, un equipo de eruditos y médicos laicos investigan un milagro que consagraría definitivamente al cordobés como nuevo beato de la Iglesia argentina.
“La causa de Cura Brochero va viento en popa y tiene muchas probabilidades de salir adelante. El milagro que se le atribuye estaría por aprobarse para su beatificación. Luego, si se determina que realizó otro milagro más, sería canonizado, es decir nombrado santo.
El Vaticano certificó que es Venerable, ya que tuvo una vida católica ejemplar de acuerdo a investigaciones históricas que elevaron los peritos”, afirmó un funcionario de la Santa Sede que estuvo de visita en Buenos Aires para ultimar los detalles de la presentación que el clero local elevaría al Vaticano.
En octubre, cinco cardenales, cuyos nombres se mantienen en estricta reserva, se reunirán en Roma y examinarán el contenido del expediente llevado por el propulsor de la causa, monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje, Córdoba.
En esa instancia el Papa Benedicto XVI lo nombraría beato, con lo cual Argentina tendría un total de siete beatos en lista de espera para ser santificados.
Algunos de los más populares, además de Brochero, son Ceferino Namuncurá, un mapuche que estudió con los salesianos, y Tránsito Cabanillas, la cordobesa conocida como la Santa de la Canastita.
“Los neurólogos investigan un hecho ocurrido con un niño de un mes que sufrió un accidente muy grave, pero que se salvó milagrosamente después de que sus padres le rezaron a Cura Brochero”, reveló monseñor Olivera, quien además es delegado de los Obispos para la Causa de los Santos, institución de la Iglesia dedicada a investigar la vida de los candidatos a santo.
Brochero, quien nació en 1840 y murió en 1914, ciego, sordo y en la miseria total, es recordado hoy por miles de devotos cordobeses en las tradicionales “cabalgatas brocherianas” que conmemoran los viajes en mula que realizaba el cura gaucho para evangelizar a los humildes descendientes de los indios comechingones.
Según los peritos históricos, Brochero atravesaba con su clásico poncho las Altas Cumbres en medio de tormentas de viento y nieve para predicar, curar enfermos de cólera, construir caminos, iglesias, casas de ejercicios espirituales, escuelas y proyectar el actual ferrocarril.
Un antiguo monumento a la entrada del pueblo lo muestra con el brazo extendido a lo alto, imponiendo una cruz a todos quienes ingresan por la ruta desde la vecina localidad turística de Mina Clavero.
“Toda la zona de Traslasierra es muy postergada. No había caminos, medios de comunicación, escuelas. Cura Brochero tuvo una importantísima labor para el desarrollo del lugar, que se extendió hasta La Rioja”, afirmó Liliana de Denaro, perito a cargo de las investigaciones aprobadas por el Vaticano en 2004, que consagraron al cura como Venerable, es decir, de vida ejemplar.
Por otro lado, fuentes de la Santa Sede revelaron que a pesar de que la causa llegó a Roma hace varios años, en parte se vio demorada debido a ciertos aspectos “esencialmente mundanos” de la vida del cura.
Pero hay antecedentes en ese sentido: el más resonante es el del filósofo San Agustín, uno de los llamados Padres de la Iglesia.
“Brochero era muy mal hablado y fumaba muchísimos cigarrillos de tabaco en chala. Esto hubo que explicarlo en Roma”, admitió Olivera.
“Usaba palabras como ‘joder’ y ‘caracho’ (carajo) para acercarse por medio del lenguaje a la gente a pesar de haber sido un hombre culto, egresado de la Universidad de Córdoba y amigo del ex presidente Juárez Celman”, explicó De Denaro.
La singular vida del sacerdote fue llevada al cine en los 40 con la película de Lucas Demare El cura gaucho, protagonizada por el actor Enrique Muiño.
De ser canonizado, sería la segunda figura del santoral argentino luego de su poco conocido antecesor San Héctor (1910-1934), cuyo milagro fue impedir la muerte de una joven de Nicaragua afectada con un tumor.
Héctor Valdivieso fue santificado en 1999 y nombrado Mártir de Turón ya que junto a sus compañeros había sido fusilado por los republicanos en ese lugar de España.